domingo, 15 de abril de 2007

Cuando la fe es compromiso

Leía días atrás Tratado de Ateología, de Michel Onfray, que sinceramente os recomiendo. Al final de la introducción, el autor dice: "...Pero en todos lados he podido comprobar cómo fantasean los hombres para no enfrentarse con lo real. La creación de mundos subyacentes no sería tan grave si no se pagara un precio tan alto: el olvido de lo real, y por lo tanto, la negligencia dolosa del único mundo que existe. Cuando la creecia se desprende de la inmanencia, de sí misma, el ateísmo se reconcilia con la tierra, el otro nombre de la vida". El libro es un canto a la vida y a la libertad, que nos recuerda que el reto es construir este mundo que vivimos, construimos y deconstruimos día a día. Los principios filosóficos e ideológicos en los que basarnos son variados, y han hecho correr ríos de tinta a lo largo de la historia.
¿Y cuando esos principios para cambiar el mundo se arraigan en la fe, en la creencia en un Dios, en el cristianismo, por ejemplo?. Pues aunque yo no los comparta y siempre que se sitúen en el plano del respeto y lo íntimo, bienvenido sea... Y digo esto solidarizándome con todos aquellos que, desde un cristianismo ontológico, sufren, día a día, los desmanes de la Iglesia oficial. Para todos ellos, mi más profunda solidaridad, y como homenaje, reproduzco aquí una carta que días atrás me remitía mi amigo Nacho Celaya....

La comunidad de San Carlos Borromeo tenía
perfectamente clara la prioridad de su dimensión caritativa en su ser
Iglesia…

A pesar de haber celebrado este domingo la Pascua de resurrección en tantas comunidades que con sencillez intentamos ser fieles al mensaje de Jesús, todavía nuestros corazones caminan desolados ante la decisión tomada por el Arzobispado de Madrid de cerrar la parroquia de San Carlos Borromeo. Una comunidad que ha sido hogar y taller, espacio de encuentro y acogida, donde el amor del Padre ha sido percibido por cantidad de hermanos, pobres entre los pobres, a través del testimonio de muchos hombres y mujeres, laicos, religiosos, religiosas o curas comprometidos con su pueblo, con su tiempo y con la construcción del reino de Dios aquí en la tierra.

Pero no queremos profundizar más en un hecho que gracias a Dios se va a convertir en motivo de esperanza, porque muchas conciencias dormidas y gracias a este desastre, hemos despertado del letargo en el que nos sumerge esta vivencia de una Iglesia jerárquica, a veces madre y muchas veces madrastra.

Sin embargo, queremos dedicar estas líneas a compartir otro dolor que nos invade y que profundiza en lo ya comentado, y es el hecho, de momento poco subrayado, de que Caritas haya aceptado el hacerse cargo en un futuro de la acción caritativa presente de una manera significativa en la supuesta parroquia cerrada...

En su día, en distintas fechas y como tantos otros, vivimos como un servicio a la Iglesia particular nuestra responsabilidad en Caritas diocesana de Zaragoza, por cierto, preciosos años que sin duda nos configuraron como personas y creyentes y por eso observamos hoy con dolor profundo el pecado de una Caritas que está llamada a ser la mano cariñosa de Dios tendida a los más pobres y que de una manera cómplice se convierte en receptora desafortunada de un regalo envenenado.

Desde siempre fue parte de nuestra difícil tarea como responsables diocesanos el que la gente entendiera que la acción de Caritas era la propia acción de la Iglesia... Y que en realidad es tarea de toda la Iglesia ejercer la dimensión caritativa que delega en Caritas. La comunidad de San Carlos Borromeo entiende desde hace años y de una manera ejemplar lo que significa llevar hasta sus últimas consecuencias esta dimensión desde lo profundo de su opción eclesial. Nos cuesta entender como desde la institución que se ocupa de la acción social de la Iglesia, desde el instrumento que visualiza ante la sociedad su compromiso con los pobres de una manera más acorde con el evangelio, se acepta, se pacta o como mínimo se es cómplice del cierre de una parroquia de la significación de ésta, supuestamente desde la ¿obediencia? para traer la ¿verdad?, en lo que se refiere al compromiso con los últimos.

Rezamos al Dios de la vida para que ilumine el espíritu de discernimiento de los gobernantes de la Iglesia y pedimos a Jesús resucitado para que el pueblo de Dios recuperemos la valentía, la audacia y la sencillez para leer los signos de los tiempos comprometidos con los últimos para construir una sociedad más justa, solidaria y sostenible, colaborando en la construcción de una Iglesia que sea en su testimonio, buena noticia para los desheredados de la tierra.

José Luis Batalla Carilla
Ex-Director de Caritas diocesana de Zaragoza

Nacho Celaya Pérez
Ex-secretario General de Caritas diocesana de Zaragoza

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